Con frecuencia al experimentar sentimientos dolorosos como soledad, desesperación, enfado, fracaso o preocupación tratamos de huir. Escuchamos música, vemos televisión, leemos revistas, comemos cualquier cosa evitando entrar en contacto con la emoción dolorosa. Al no saber cómo gestionar, afrontar o resolver tales situaciones, tratamos de ocultar la emoción a través del consumo. Pero de esta forma no resolvemos el malestar. Más bien se agrava. A la desatención se van sumando los problemas derivados del consumo como sobrepeso, enfermedad e insatisfacción.
Mantener los conflictos internos derivados de asuntos sin resolver va menoscabando nuestro estado de bienestar y en consecuencia ser feliz parece una utopía. Sin embargo, creo que la felicidad no sólo es un derecho sino, una de nuestras principales obligaciones como seres humanos.